2009/10/30

Día a día en un camión de las mudanzas

Me llamo Félix, tengo 47 años, estoy divorciado y tengo tres hijos: Eva, Iago y Carlos. Llevo trabajando 20 años en la misma empresa de mudanzas. Todos los días de mi vida son iguales. Me levanto, voy al trabajo, como, vuelvo al trabajo y, tras hacer mis ocho horas que son diez, por fin vuelvo a casa y puedo desconectar . Me olvido de todo. ¿Cuál es la mejor manera de desaparecer de este mundo? Pues sumergiéndome en otra; y eso es lo que hago yo, me sumerjo en horas y horas de lectura.

Al llegar a casa me reencuentro con los personajes de mis libros preferidos. Me encanta su compañía, pero, claro también tengo una vida social fuera de casa y del trabajo, por supuesto: un fin de semana, cada 15 días, me toca quedarme con los niños. Eva y Carlos, los mayores, prefieren la compañía de sus amigos que la de su aburrido padre. Sin embargo, Iago, de 7 años se queda conmigo y nos pasamos la tarde andando en bicicleta por el parque. Adora la bicicleta, yo
la odio, bueno, sencilamente odio toda actividad que implique sudar, pero bueno reconozco que me viene bien,y si es con Iago, pues mejor.


Los fines de semana que estoy solo en casa, a veces salgo con algún amigo de estos de toda la vida, los que casi no se hacen notar, pero siempre están ahí, y vamos al cine o al teatro. Me gusta mucho más el teatro que el cine, es más acogedor, más natural. Yo hacía teatro cuando iba a la escuela.

Pero el fin de semana es corto y el lunes hay que volver a la rutina; y siempre igual. Siempre metido en el camión, cuando voy en él y no me toca conducir, hago que el viaje se me pase más rápido, sumando los números de las matrículas de los coches que vienen de frente, es una manía que tengo desde niño. Pero no es ésta mi única vía de escape; lo que más me gusta de mi trabajo es el hecho de tener que entrar el miles de casas, todas diferentes, me gusta mucho fijarme en cada detalle, siempre me paro mucho a analizarlas, me relaja y me distrae, desgraciadamente siempre me acabo despertando de mi ensimimamiento y me tengo que poner a cargar muebles. Muebles para aquí, muebles para allá, muebles para aquí...

2009/10/29

En la piel de otro: cajera de supermercado

Este es mi octavo año trabajando en supermercados El Árbol, la monotonía de este trabajo me agobia demasiado, horas y horas en la caja – muchas veces más de las que debería- y aguantando los desplantes de alguna señora que parece no tener demasiada educación. Maldita la hora en que no hice caso a mis padres y no me puse a estudiar, ahora me arrepiento de no aceptar sus consejos y me doy cuenta de la razón que tenía mi madre. El caso es que a los 18 años me cansé de vivir en casa y decidí ponerme a trabajar en lo primero que apareció para poder pagarme un pisito. Y así encontré esto, al principio no estaba tan mal pero desde luego ahora me gustaría encontrar otro tipo de trabajo.
Las ocho de la mañana y suena el despertador. Como todas las mañanas pienso: ‘’cinco minutitos más… ’’. Me toca abrir a las nueve en punto, ni un minuto más o tendré que atenerme a la bronca del jefe, ese que se las da de buen compañero pero que en el fondo nos tiene totalmente explotados. Cada día que pasa es uno más, parecido a ayer. Las mismas señoras de siempre vienen a por la merluza fresquita sobre las diez de la mañana, algunas muy agradables la verdad, aunque nunca entenderé por qué les gusta tanto contarme sus problemas familiares, será que ya han cogido confianza después de tantos años. Ahora viene el relax, de doce a una no hay movimiento por aquí asique tengo tiempo para encender mi Ipod, escuchar un poco de música y viajar hacia otro mundo sumergida en mis letras favoritas. Ya llegan las dos y empieza el ajetreo, todo el mundo sale de trabajar y viene a comprar la comida con prisa, tanta que a veces piensan que soy una máquina en vez de un ser humano.
Y por fin llegan las tres, ¡Es hora de comer! Ya me picaba el gusanillo desde hace un buen rato. Tengo dos horitas, voy a casa y me hago algo rápido. Son las 5 y vuelvo al ‘’clic ,clic’’ de la caja registradora que ya me levanta dolor de cabeza. Me acerco hasta la charcutería a darle un poco de charla a Maite, otra de mis liberaciones.
Llega la hora punta, las ocho y media. ¿Qué manía es esta de venir en la última media hora? Cuando ya todos nos queremos ir a descansar después de un largo y aburrido día de trabajo, llega la muchedumbre. Y lo peor de todo, se ponen a preguntar por los dichosos puntos para conseguir la vajilla, a estas horas no me apetece explicarle todo eso cinco veces para que lo entiendan, ni que fuese tan difícil…

2009/10/27

En la piel de... un jardinero

Comienza otro día.Me enfundo el mono verde y me dirijo a mi trabajo. No, no trabajo en la obra, soy jardinero de ayuntamiento. A primera vista no parece el trabajo ideal pero tiene sus ventajas: yo no tengo que aguantar clientes pesados, ni jefes mandones, ni atascos… Es bastante tranquilo. Hace un par de meses, por fin, se estiraron y nos compraron cortacéspedes de asiento. ¡Ya era hora! Me monto en uno de ellos y comienzo a dar paseos por los jardines ,¡qué cómodo es esto! Hoy está el parque bastante tranquilo, una señora paseando a su perro, el hombre leyendo el periódico de todos los días, una pareja de estudiantes haciendo novillos… Eh, ¿pero què pasa ahora? ¿por qué se para esto? Vaya, ya lo he estropeado, estas tecnologías…
-¡Manolooo!
-Dime hombre, que no estoy sordo.
-Esto se ha parao, no va.
-Ala ya te lo has cargao, vamos a ver que pasa aquí- damos unas vueltas alrededor de la máquina- pero, ¿qué es esto? ¡Claro! Se ha enganchao algo aquí.
-Sí, es como un medallón.
- Pues esto ya está, ya funciona, yo voy a seguir con lo mío.
-¡Hasta luego! Gracias.
Pues sí, es un medallón antiguo, ¡vaya! Hay una foto dentro, es una foto antigua, en blanco y negro. De una mujer joven, muy guapa, por cierto. Seguro que alguien lo echa de menos , parece el típico recuerdo familiar. Bueno, ya pensaré algo, tengo que volver al trabajo. ¿Pero què pasa hoy? ¡Esos vándalos han vuelto a pisarme y arrancarme las flores! Se van a enterar cuando los pesque, un buen susto es lo que les hacía falta… ¡Qué asco,! todos los días lo mismo. Mañana toca podar los árboles. No me gusta nada eso, significa que llega el invierno con sus días grises y las mañanas muerto de frío. Mejor que piense en otra cosa, eso es lo bueno de este trabajo, me meto en mi mundo y desconecto mientras podo los setos, planto flores… ¿De quién sería ese medallón? Espero que su dueño vuelva por aquí, a lo mejor puedo colgar un anuncio en algún sitio concurrido, parece bastante caro. A lo mejor es de algún viejo ricachón que guarda un recuerdo de su pobre esposa fallecida… puede que hasta me den una recompensa por devolverlo, eso sí que sería una suerte.
En fin, ya es hora de irme, mañana será otro día.

En la piel de... Soy reponedora

Las siete de la mañana y ya estoy con los pies en el supermercado, pero no con la cabeza. ¡Dios mío! un camión acaba de llegar lleno de productos que tengo que ir colocando poco a poco a lo largo del día. Es ahora cuando me pregunto por qué no habría estudiado una carrera o un ciclo ; pero bueno hay que adaptarse a lo que una tiene.
Ya han pasado dos horas desde que el supermercado abrió. Tengo hambre y las estanterías cubiertas de esos bollitos de chocolate que yo misma he ido colocando. Me comeré uno mientras tomo el café.
La mañana se está acabando, ¡ya era hora, la verdad! Estoy cansadísima y aún encima es viernes. Llevo toda la semana colocando miles de productos desde lechugas hasta detergentes, y el dolor de espalda me está matando.
Hoy trabajo todo el turno, por lo que me espera una larga tarde. Las señoras, tan pesadas como siempre, después de tres años comprando en el mismo supermercado no saben dónde está el azúcar. Me acaban con la paciencia y nada que decir de las que van de buenas y estiran la mano para meterse unas cuantas cerezas y una caja de palillos en la cazadora. ¡Cómo está el país!. Y todo el día así corre para un lado corre para el otro, vigila a este vigila al otro y mientras cargo con el detergente de un lado para otro. Y cuando ,por fin, acabo estoy delante de esa larga estantería llena de bollitos, ¡me vuelven loca!, así acabo con una ansiedad por comer increíble y todo por lo mismo de siempre.
¡Por fin! Acabó el día.

2009/10/26

En la piel de... un taxista


Jueves 7 de septiembre

Taxista... ¡Qué profesión! Monótona donde las haya... Llevo toda mi vida dedicándome a lo mismo... El taxi ya era de mi abuelo, y la licencia pasó de padre a hijo hasta llegar a mí... No es una profesión dura, pero si cansada... Siempre acabo rendido... Como hoy...

Viernes 8 de septiembre

Me encantan los viernes... Tanto atasco me sube el taxímetro...

Sábado 9 de septiembre

Otra vez lo mismo de siempre... Hoy me he levantado para llevar a unos clientes al aeropuerto... Después de dejar a aquellos señores, me fui dirección a la parada. Por el camino la conversación que aquellos hombres habían mantenido durante el trayecto me iba taladrando la cabeza...: “¿Lo llevas bien escondido?” ,“¿Sí, tranquilo que no creo que esta vez me pillen la Merca... Ya lo hice mal una vez y no quiero repetir... El problema es que no sé si la sacaré a tiempo para la entrega”, ”¡Shhhh...! Calla que los taxistas son todos unos cotillas... ¿Le has cogido la matrícula por si se nos tuercen las cosas?”, “Sí, relájate...”.
Yo no sabía como reaccionar... Pero disimulé lo mejor que pude e intenté no prestar atención a aquella conversación... “Lo que no sepas no te hará daño”, “Ojos que no ven, corazón que no siente” ... Intentaba repetirme esas frases a modo de canción, (hasta le busqué una música y todo para concentrarme mejor al repetirlo), pero nada... Por más que lo intentaba no lograba desconectar... Pensándolo ahora, fríamente... Tampoco sé exactamente de que hablaban... Posiblemente todo eran imaginaciones de un taxista aburrido que busca darle vidilla a su monótono trabajo... Pero claro... Luego estaba el detalle de la propina... Normalmente un cliente normal suele dejar unos dos o tres euros de propina.. Pero estos dos hombres me dejaron más de cincuenta euros... Todo el cambio de un billete de los verdes... Eso no era normal... Pero obedeciendo a aquella mirada... No hice preguntas y acepté el dinero.

El resto del día fue tranquilo... Los trayectos interurbanos eran rutinarios... Y yo me conocía las calles de pé a pá...” A la calle Doctor Goyanes”, decían. “A la Plaza de la Constitución”... El coche iba solo... Y ya no sólo por el motivo de que las ruedas conociesen el camino... Si no porque mi cabeza no estaba allí... Estaba aún en aquella conversación... Y mis dedos temblorosos se posaban cada poco en el fajo de billetes que abultaban en mi bolsillo... No por la cantidad, si no por el origen. Tenía miedo... Y quizás esa fue la mejor sensación del día. Por fin algo que me daba pie a olvidarme del mundo que me rodeaba.


Domingo 10 de septiembre

Normalmente no me cuesta trabajo evadirme de todo y pensar que vivo en otro país con otra gente y hasta con otra familia...
Es más... eso me resulta muy sencillo, y de lo más útil para desconectar del trabajo en horario laboral... Cuando estoy en la parada, entre los comentarios con los compañeros y las siestecitas, aún no pienso mucho en esa vida perfecta... Pero en cuanto mi coche se pone en marcha es como si un resorte dijese: ¡A volar! Y a la vez que arranco el motor y el taxímetro comienza a correr, mi mente se va del coche... La única pega a estas evasiones son los clientes pesados... Pero hoy no fue un día de esos.

Lunes 11 de septiembre

Esta tarde tenía que ir al aeropuerto... Era el taxi mas próximo... Pero no puedo... Aún no... Ellos tienen mi matrícula, y yo tengo pánico.

Martes 12 de septiembre

Hoy me he levantado cansado. He llamado al jefe y le he dicho que no me encuentro bien.
Hoy no he ido a trabajar.


Miércoles 13 de septiembre

¡Sí! ¡Ya era hora! Hoy me ha tocado el típico cliente pesado... Para empezar se sentó a mi lado. Delante. Le indiqué que hiciera el favor de ocupar los asientos de atrás. Se cambió de asiento, se abrochó el cinturón y justo cuando mi mente despegaba, empezó a hablar... Yo no tenía ganas de oírlo. Al principio hacía que escuchaba y le daba a la cabeza para arriba y abajo continuamente acompañando el movimiento con un flojo”ahá”. Pensé que eso sería suficiente (normalmente lo es), pero ese no era el caso... Él no paraba de preguntar y preguntar nimiedades y al final tuve que responderle con fruslerías...
No fue el único...
Hoy no sé qué pasó pero a él lo siguieron otros 3 clientes del mismo perfil...
Menudo día...

Como siempre... O mejor dicho... Como casi siempre...

2009/10/24

Ponte en la piel de: un contable de una pequeña empresa

Mi nombre es Mari Paz, tengo 47 años y soy madre soltera de un hijo de 23 años. Trabajo como contable de una pequeña empresa de construcciones y montajes eléctricos desde los 25 años, así que os podéis imaginar lo monótono y cansino que es mi oficio.
Mi día a día se basa en ir a la oficina y meterme allí desde que me levanto hasta que me acuesto. No dispongo de mucho tiempo libre, únicamente libro los domingos.
La verdad es que no me gusta mucho lo que hago, siempre fui más de letras, ya que no me llevaba demasiado bien con los números, pero las circunstancias han hecho que lleve más de 20 años dedicándome a esto. Por aquella época yo era bastante joven y mis ganas de estudiar brillaban por su ausencia, por lo tanto decidí hacer un ciclo de contabilidad. El caso es que mi madre -que en paz descanse- era prima lejana del jefe y consiguió que me “enchufaran” en su empresa.
Las horas se me hacen eternas, es como si las agujas del reloj se resistiesen a girar. Pero bueno, por lo menos de vez en cuando hago uso de mis mecanismos de escape, que aunque no lo parezca, los tengo. En situaciones de extrema necesidad, de estas en las que dices: “¡necesito darme un respiro!”, lo que suelo hacer es consultar la prensa en Internet, no más de 20 minutos, preparar un cafeiito de disfrute colectivo (para perder más tiempo), poner en orden los archivadores o incluso regar las plantas (que las pobres también tienen sus necesidades). Otras veces, con la excusa de ir a correos a por las cartas, certificados o paquetes, me permito el lujo de dar un paseo por el pueblo, pero sin tardar mucho, porque podría dar lugar a sospechas indeseadas. Y por último, aunque sólo en contadas ocasiones, cuando la petarda de la hija del jefe viene a la ofi para que le imprima sus trabajos del insti (así ahorra tinta y papel, ¡anda que no es lista ni ná!), queráis que no, también me ayuda a “respirar”. Estos son los métodos que empleo para intentar distraerme un poco, eso sí, única y exclusivamente cuando termino de pasar las facturas al ordenador, no vayáis a pensar que no cumplo con mis tareas.

En la piel de... una ama de casa


Me llamo Laura, tengo 30 años y vivo en Monforte. Tengo dos hijos: Javier, de tres años y Carla, de uno.
Actualmente me dedico a hacer las cosas de casa. No es un trabajo muy divertido, pero es lo que me ha tocado ya que cuando tuve la ocasión de hacer alguna carrera u oficio no lo he hecho y me arrepiento mucho de ello. Ahora veo cómo mis compañeros de colegio tienen un trabajo y es cuando me doy cuenta del error que cometí.
Muchos me dicen: "¿Ama de casa?¡ Pues menudo aburrimiento! "Pero no te creas, hay bastantes alternativas para hacer que este trabajo sea más llevadero.
Por ejemplo, por las mañanas, para limpiar, pongo música y bailo mientras paso el aspirador; al mediodía, mientras preparo la comida, veo a Arguiñano, que quieras que no siempre te da alguna idea de cómo hacer salsas u otro plato; por las tardes, mientras riego las plantas de la ventana o tiendo la ropa, siempre se asoma la vecina de enfrente y nos paramos a charlar un poco, eso sí sólo hablamos de nuestras cosas ya que no nos importa la vida de los vecinos y no nos gusta ser cotillas. Cuando voy a comprar al súper de enfrente, siempre te encuentras a alguien conocido.
Ante un trabajo tan monótono como puede ser el mío, lo principal es llevarlo con alegría y felicidad y así se pasará más rápida la jornada.

2009/10/15

Nous voici!

Como cada año septiembre llega a nuestros hogares cual agua de mayo, indeseado e inevitable. Como con toda enfermedad, hay que superar una serie de fases que nos ayudarán a sobrellevar el nuevo curso con más filosofía. El primer paso es el rechazo: ¡No! Si todavía tengo cenas pendientes, libros que leer, gente a la que conocer… ¡No puede ser! Segunda fase: la desesperación: “Aún no he ido de compras, ¿qué me voy a poner el primer día de clase?” Tercera: resignación y aceptación: “pues sí, parece que mañana empezamos”. Y la última, pero no menos importante: la mentalización, que, sinceramente, es el punto en el que más flaqueo. ¿Lo peor de todo? No existe cura o solución posibles.
Todavía en la segunda semana de curso. Por delante las 36 semanas, 252 días, 6040 horas, 362880 minutos y 21772800 segundos que faltan para que esta pesadilla, si, amigos, han oído bien, pesadilla acabe. La presión ahoga desde el primer día, y si no la sentíamos, nuestros profesores se han encargado de metérnosla: que si mucho temario, que si poco tiempo… En esos momentos, trato de evadirme, de no pensar en todo lo que se nos viene encima. Echo una ojeada por la ventana pero… ¿para qué? ¡Si a las nueve de la mañana no hay nadie por la calle! Hasta nos explotan en ese sentido…
Los profesores van rotando, y todos con el mismo monólogo: “este año no es como el anterior”, “no estáis en 6º de la E.S.O”... Sólo les falta venir equipados con risas maléficas de serie. Mucho trabajo, “tochitos” y “tochitos” de folios con mucha letra y sin ninguna foto...
Lo que más me disgusta de este año, a parte de que los enchufados de 1º de BAC tengan el privilegio de compartir la segunda planta con nosotros y nos hayan quitado las mejores clases, vistas y bancos-lo que machaca el honor de los grandes del insti, que nuestro trabajo nos costó (intenté promover una huelga, pero no triunfó la idea…)- es que los profesores enfoquen este curso más como una preparación para superar un examen que para prepararnos para los próximos 5 ò 15 años de universidad, que con esto del plan Bolonia no se aclaran ni los propios italianos.
Y, por si fuera poco, a todo lo que se nos echa encima, sumémosle que cada día que pasa, siento que estoy más perdida. A día de hoy tengo serias dudas sobre lo que realmente quiero estudiar. No, mejor enfocar la pregunta de otra manera: ¿en qué me veo trabajando dentro de 30 años? Podría apostar por el periodismo, pero, para mí, supondría, quizá, entrar en un circo romano: una lucha de leones contra humanos en la que, claramente, se acaban cargando al pobre pringado de turno. En ese caso, salto a la opción de la filología. ¿Y terminar siendo profesora? No me disgusta, para nada, aunque quizás fuese más feliz con una columna semanal en El País o incluso de reportera en Honolulu. Lo consiga o no, espero no equivocarme, aprobar el selectivo con una nota más o menos decente y, si me dejan, poner mi granito de arena para hacer de esta sociedad un lugar más apacible que, en resumen, es lo que hace falta.

2009/10/12

Eran las ocho menos cuarto y el despertador no paraba de sonar... Estiré un brazo para apagarlo, me di media vuelta y seguí durmiendo... Pero no por mucho tiempo. A los dos minutos mi subconsciente hizo que me levantara de un salto de la cama y mirase el reloj... Aún faltaba tiempo... Aún no era demasiado tarde...
Así empezó mi primer día de clase. Como era de esperar, llegué justa a la primera clase, pero no pasaba nada... Era el primer día y a todo el mundo se le pegan las sabanas. Además a ese factor común hay que añadir el hecho de que ya no estamos ni en el bajo ni en el primero, y para encontrar la clase hay que subir hasta el segundo piso cargando con un peso de cinco quilos sobre la espalda, lo que hace que para llegar puntual haya que salir de casa diez minutos antes...
La primera hora se me hizo corta, pero a partir de ahí, parecía que el recreo no iba a llegar nunca... Finalmente el reloj dio las once y diez y todo el segundo piso se arremolinó en las escaleras... Y entonces fue cuando se produjo el milagro: esas enormes escaleras que tardamos minutos en subir, desaparecieron, a base de empujones y prisas, en cuestión de segundos... ¿Y todo para qué? Pues para sentarnos en un asiento del bar de enfrente o para desestresarnos con una partida al futbolín. Y digo “una” porque en el recreo el tiempo vuela, y cuando te quieres dar cuenta, ya estas en la cuarta clase, que no se acaba nunca y que viene seguida de la quinta y, después, de la última... Y si estas tres horas ya son largas de por sí, cuando son “las primeras tres últimas clases del primer día del curso”, son aún peores... Y entonces tu único consuelo es pensar que ya estas en segundo de BAC, ¡y ya sólo quedan 271 días para que empiecen de nuevo las vacaciones de verano!

2009/10/11

Ya estamos en el 2º



Pues sí, después de haber sido a lo largo del curso pasado los únicos afortunados de no tener que subir escaleras, nos ha tocado. Ha llegado la hora de afrontar el duro esfuerzo que conlleva ascender hasta el último piso.
Todavía me cuesta asimilarlo, ya estamos en 2º de Bachillerato, parece que fue ayer cuando entramos por primera vez en este instituto, inundados por el miedo y la incertidumbre. Resulta increíble que haya pasado un año…
Volviendo al mundo real, me he mentalizado de que tengo que llevarlo todo al día, de esta forma será mucho más fácil y menos agobiante retener tanta materia, y no tendré por qué asustarme al notar que a mi archivador le queda poco tiempo para explotar. También le haré caso al consejo de una amiga: “la clave de este año es entenderlo TODO”, por lo tanto, hay que estar en clase con los cinco sentidos en funcionamiento (como dice Flor).
En los pocos días que llevamos de clase, todos los profesores mencionan la misma palabra: Selectividad, pensé que nunca llegaría el momento de hablar sobre ella, pero está a la vuelta de la esquina y nosotros seremos los conejillos de indias que nos enfrentaremos al nuevo plan. Si todo sale bien, las puertas de la universidad se me abrirán para iniciar mis estudios de Derecho.
Otro detalle importante, que casi se me olvida, es el hecho de que seamos un grupo reducido considero que es una ventaja. El ambiente que se respira es idóneo para crear un buen clima de trabajo y compañerismo. Con ganas y esfuerzo los 11 podemos conseguirlo. ¡Adelante, comienza la aventura!

2009/10/09

YA ESTAMOS EN EL SEGUNDO




Pues sí, ya hemos escalado un pasito más de la montaña. A mí la verdad es que me gustaba más el primero, y no estoy muy segura de si era más por no tener que subir las escaleras por la mañana o porque las responsabilidades eran algunas menos… Bueno, y también para que engañarnos el “doloroso parto”, como dice nuestra querida profesora de lengua, se acerca peligrosamente y parece acechar entre las páginas de cada libro. Por si fuera poco con el cambio de selectividad, que nos trae de cabeza, los profesores nombran el fatídico examen día tras día recordándonos que si queremos llegar a la universidad tendremos que acabar con los codos en carne viva.
Lo que hagamos estos meses puede marcar nuestro futuro y sobre todo, si como yo ,no tienes ni idea de qué hacer con tu vida. Seguir estudiando, si pero… ¿estudiar lo que más te gusta o lo que te puede proporcionar trabajo más fácilmente? Tal vez yo sea una pasota pero no es la selectividad lo que me preocupa, si no saber lo que quiero.
Aunque tampoco hay que desesperar: no todo es malo. Hacerse mayor también tiene sus ventajas: más libertad y confianza. Además ¿a cuántos de nosotros no les apetece ser universitarios e irse a vivir fuera? A pocos. Sé que falta todo un año y que ahora parece mucho, pero en cuanto nos demos cuenta estaremos en los finales. Así que lo que hay que hacer es disfrutar de este último año de instituto que recordaremos siempre y que, aunque ahora nos quejemos, dentro de unos años añoraremos mucho.

2009/10/07

¡Por fin, estamos en segundo!


Han sido tres cortos y placenteros meses, plagados de buenos momentos, los que han formado un increíble verano que tardaré en olvidar. Y es que el famoso “verano de los 17”, del que ya he oído hablar más de una vez y que la gente calificaba como uno de los mejores veranos de su vida, ha superado, y con creces, las expectativas que tenía sobre él. Pero otro año más me reencuentro con el Word, con la odiosa letra Arial 12, y con la misma profesora de lengua, tan difícil de complacer como siempre.
Pero hay una novedad este año. Nos han subido al piso de arriba. Como una paradoja del destino, al mismo tiempo que escalamos y damos pasos en la vida, este año también los hemos dado literalmente, pero no unos pasos, si no varios escalones. Dicen que los jóvenes no pensamos en la fugacidad de la vida, que simplemente la disfrutamos, y es cuando alcanzas una cierta edad cuando te paras a pensar lo maravillosa que es la juventud y lo inconsciente que eras. Pero a veces pasa que en algún lugar, algún adolescente se para a pensar y a reflexionar sobre la vida. Pues bien, el otro día, mientras esperaba en el banco del pasillo, observé al grupo tan numeroso que este año ocupaba las clases de 1º de Bachillerato, mi curso anterior. Y me fijé en que se parecían mucho a mí, ilusionados en un nuevo centro, en una nueva etapa que, a pesar de las advertencias de lo complicado que era el nuevo instituto, afrontaban como un nuevo reto. Lejos quedan ya aquellos pensamientos. Un año después me veo un curso más adelante, con una parte más del camino recorrido, pero son muchos los que se han quedado atrás. Unos han tirado la toalla, otros simplemente no han podido superarlo, y otros han huido despavoridos a otro instituto. Y al final sólo quedamos once. Sólo once personas y otras tantas en la línea de ciencias de todos aquellos que, como los chavales que vi el otro día, empezamos tal día como hoy otro curso más como otros tantos anteriores, pero el primero en el realmente debes demostrar que tú si que vales, que no te vas a dejar intimidar, que tú no te vas a rendir, que tú eres de los mejores, que tú si que estas preparado para subir 2º.

2009/10/03

¡Por fin! En 2º...


Otra vez después de todo el verano sin escuchar el maldito despertador, levanto la cabeza y me doy cuenta de que es el primer día de clase. Llego a la puerta del instituto, veo las escaleras y me dispongo a subirlas. Cuando estaba llegando, me acuerdo de aquellos primeros días de clase el curso pasado en los que no hacía falta subir al segundo piso para llegar a nuestra aula: si llegabas tarde a clase de lengua , con una simple carrerita de cinco segundos, estabas en la puerta del aula, y gracias a ello podías entrar … Pero ahora como lleguemos muy justos, ya no hay nada que nos salve.
Será que somos los mayores y que ha cambiado el eslógan, ya no nos tenemos que acordar de que esto no es quinto de la ESO, sino de que la selectividad esa cerca; por eso nos hacen subir cuarenta escalones todos los días: para que se nos airee el pensamiento y cambiemos el chip.
Ya estamos en la recta final al final y lo único que queda es poder recoger el trofeo en el podio (el segundo piso) ya recorrimos nuestro maratón, pero para acabarlo no se puede uno resbalar en el ultimo escalón que te lleva a la cima del podio.

¿En el 2º?

¿Quién me iba a decir a mí hace 3 ó 4 años que iba a llegar tan arriba?¡ Ya estoy en el segundo piso!
La verdad es que no sé como enfrentarme a este curso y no sé muy bien què pensar. Yo no quiero hacer el selectivo, sino que me gustaría acceder a un ciclo superior, y veo que todos los profesores me hablan de él y no sé còmo reaccionar.
Tengo bastantes ganas de ponerme a estudiar, estuve trabajando todo el verano y ahora es cuando sé que realmente ponerse unas horitas delante de un libro no supone nada, además considero que ya van siendo horas de terminar el instituto.
De todas formas, estoy muy orgulloso con mi evolución porque antes ni siquiera me planteba acabar la ESO, y mira dónde estoy ahora: ¡en el segundo piso!
Estoy muy contento en clases, la única pega es que somos tan pocos que por nada que te muevas o hables ya se te nota. Pero bueno, eso también tendrálado positivo, ¿no? Eso espero.

2009/10/02

Ya estamos en el segundo.

¡Vaya una tremenda decepción me llevé cuando el día de la presentación de este tan temido y ansiado curso que acabamos de empezar, me enteré de que el pasillo VIP, que toda la vida había estado destinado a los alumnos de segundo de bachillerato, ahora iba a tener que ser compartido con los alumnos de primero! No es justo. ¿Dónde quedará ahora el estatus que te daba el mero hecho de estar en el "pasillo de arriba"? No hay respeto... Ahora no podemos mirar a los de primero con superioridad, pero bueno, más allá de mi decepción llega mi miedo: yo llegué muy tranquila el primer día a clases, pero todos los profesores, en cambio, parecían estar súper estresados. No nos paraban de recordar la cantidad de materia que tienen que dar y el poco tiempo del que disponen, además, el tema estrella de este curso: LA SELECTIVIDAD... ¿Quién es el chulo que no se acongoja?

Yo espero que todo vaya bien este curso (que hay que aprobralo antes de ir al selectivo, señores profesores). Empecé con muchas ganas, como todos los años, pero ahora, también como todos los años ya se me están quitando... Sin embargo, para ponerte las pilas ya están los profesores, que este año insisten más que nunca en eso de "tedes que estudar tódolos días" ¡Ay! me consuela saber que ya es el último año... ¡de instituto!

2009/10/01

Ya estamos en el segundo...

Después de tantos años escuchando hablar del temido segundo de bachillerato, aquí estamos, casi sin darnos cuenta porque el tiempo pasa demasiado rápido. Siempre nos han hablado de este curso como un año en el que no haríamos otra cosa más que estudiar, pero por supuesto lo peor siempre es la selectividad, de la que ahora nos hablan como algo mucho más fácil de lo que pensamos. Los profesores nos dicen que si acabamos el curso con unas buenas notas no habrá ningún problema con la PAAU. ¡Y esa es otra! Somos el ‘’conejillo de indias’’, ¿deberíamos de tener miedo por eso? A parte de tenerle un poco de miedo al selectivo por el simple hecho de que en un par de días nos tenemos que examinar de todo lo que hemos estudiado durante el curso, está el factor sorpresa de que todo ha cambiado, el examen es diferente. Muchos dicen que nos beneficia, pero otros piensan todo lo contrario. Hemos escuchado tantas cosas sobre el plan Bolonia que ya no sé a quién hacerle caso, creo que es mejor esperar a comprobarlo por mí misma.


Y lo más importante, ¡la media! Es muy injusto que te quedes sin acceso a la carrera que siempre has querido estudiar por 1 ó 2 décimas, pero así funciona esto.
La verdad es que el año pasado veía a los de segundo y pensaba: ‘’ Estarán nerviosísimos por lo que les espera’’. Pero ahora que ya he llegado al último curso – y ahora si puedo decir último- no me siento así, quizá porque los profesores nos tranquilizan a todas horas, nos piden que no nos estresemos porque es lo peor que podemos hacer. El pan de cada día será trabajar para que los montones de hojas no se acumulen para la noche anterior a los exámenes. Mucho temario para pocos meses, eso dicen todos.


El primer día cuando subimos al segundo piso me di cuenta de que habíamos llegado a la etapa final, ya que las clases de 2º de bachillerato siempre han estado y estarán en el segundo. Parece que todo se hace más duro en este curso. ¡Incluso lo que tiene que ver con las escaleras!

Ya estamos en 2º

Ya he comenzado el curso de 2º de bachillerato. Este año estamos en el segundo piso y algunos de los profesores son nuevos, así que de momento nos estamos adaptando a su forma de impartir las clases.
Este curso es muy duro y muy importante, ya que marca nuestro futuro. La verdad es que le tengo un poco de miedo sobre todo por los comentarios y advertencias de profesores y alumnos que ya lo han cursado.
Estos días el tema más nombrado en clase ha sido la "selectividad". Todos los días en casi todas las clases sale esta palabra y eso sólo consigue ponernos más nerviosos todavía.
Sinceramente, me dan más miedo los exámenes del curso que la selectividad, porque según tengo entendido, una vez que se apruebe 2º, la selectividad resulta muy fácil.
Si todo sale bien este año, me gustaría estudiar Derecho, por esta razón no me preocupa mucho tener una media alta, ya que esta carrera está sin límite de plazas. Pero aún así intentaré sacar la mayor nota posible¡ por si cambio de opinión!

Ya estamos en el segundo.

El tiempo va pasando y nuestros pies suben un piso más para adentrarnos en un nuevo curso, el último. El nerviosismo ante lo desconocido se apodera de nosotros, los profesores entran uno a uno y hablan de nuestro peor temor: ese examen que decidirá nuestro futuro.
Al subir las escaleras, me voy dando cuenta de que el tiempo es oro y que, poco a poco, se nos escapa de las manos, así sin más se va. Ahora debemos pensar en que nos vamos, nos vamos de casa, y un nuevo mundo aparece ante nosotros, ¡qué miedo sólo pensarlo!.
Esas escaleras que no significaban nada, ahora lo significan todo: ese final marcado que en junio no nos dejará respirar. Ahora es cuando todo empieza, no termina, si no que acaba de comenzar. La vida se abrirá y conoceremos todo lo que hay detrás de esas puertas de acero que hasta ahora no quisimos abrir, el esfuerzo que hicimos para subir las escaleras puede que no sea nada comparado con el esfuerzo que tengamos que hacer para subir esas montañas que son las metas de nuestra vida.
Sólo queda cerrar los ojos e intentar subir estas escaleras como entrenamiento para la gran escalada.