2010/03/11

Eternidad

El invierno llegó, y con él los frutos y las flores se fueron, los árboles, ahora desnudos, no tenían hojas que los protegieran.
En China los invierno eran duros, muy fríos, pero ese en especial mucho más. La nieve cubría casi por completo los campos, las casas estaban casi incomunicadas y los coches estaban ocultos bajo el manto blanco. Pero en una región muy apartada de la civilización, un anticiclón  se aproximaba poco a poco, un lugar oculto entre montañas, una tierra lejana a la que ningún coche llegara nunca, pero si el hombre y la televisión. Aquí vivía un grupo de monjes budistas, un tanto peculiares pues jugaban a la Playstation, a la Wii y sobretodo ejercitaban su mente con el juego de la Nintendo DS, brain trainer. Estos pequeños hombrecitos tenían un secreto, un secreto con el que podía cambiar el mundo, un tesoro que colgaba de los árboles: naranjas con forma ovalada que podían curar todo tipo de enfermedades y, sobretodo , concedían 8 deseos a la personas que las cogiera. Las naranjas estaban protegidas por una corona de espinas muy afiladas que daban corriente eléctrica, lo que complicaba su captura.
Mientras el anticiclón se aproximaba cada vez más, el calor llegaba a la pequeña región e la inundaba de colores , un monje decidió arriesgarse e intentar coger una , para venderla y hacerse rico y famoso. El buen tiempo llegó y el monje entró en el jardín prohibido y ,después de pasar las duras pruebas del árbol ,cogió una  y pidió :
Primero, querría ser el más rico del monasterio, y así se le concedió; después pidió un coche, un ordenador nuevo, una agenda electrónica... y así pidiendo, pidiendo ,sus deseos se fueron agotando, hasta llegar al último de ellos: deseaba ser reconocido por todos,la gloria eterna. De repente, su vida se esfumó, como un soplo de viento . Nadie entendió muy bien el porqué de su muerte, tan poco esperada. Pero, después de ser enterrado, apareció en su lápida: "La gloria eterna solo existe más allá de la muerte".
A veces es mejor pensar las consecuencias de nuestros actos, pues por avaricioa o crueldad muchas veces acabamos perdiendo.

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