Hace unos años, cuando vivía en Madrid, solía salir a pasear todos los domingos al Retiro. Me encantaba sentarme allí a leer bajo un árbol, ir a la terraza de la cafetería a tomarme uno de aquellos riquísimos batidos de chocolate, u observar los espectáculos de payasos y mimos.
Un domingo, día 27 de mayo, cogí el metro y me bajé en la estación más cercana al parque del Retiro. De camino a ‘’mi árbol’’ me molestaba mucho el sol en los ojos y cogí mis Ray-Ban de la mochila, ya hacía tiempo que no me ponía las gafas de sol. Para mi sorpresa una chica de unos 20 años estaba allí sentada. Pero su presencia no me impidió acomodarme donde lo hacía siempre. La saludé y su belleza me dejó asombrado. Morena, pelo largo y ondulado, ojos oscuros y penetrantes. Y eso no era todo. Comenzamos a hablar y lo cierto es que Alba desbordaba simpatía.
Y ese domingo 27 de mayo de 1997 fue el comienzo de una nueva vida para mí. No sólo nos veíamos los domingos, sino que quedábamos muy a menudo. Nuestra relación fue más allá de la amistad y empecé a sentir cosas que nunca antes habían pasado por mi cabeza. Las famosas mariposas se instalaron en mi estómago y los pies me temblaban cuando ella se acercaba.
Ese verano decidimos irnos a pasar unos días a mi casa del pueblo, donde no vivía nadie porque mis abuelos se habían mudado a la capital. La semana fue inolvidable. Pasábamos horas y horas frente al lago donde yo jugaba cuando era pequeño y le hice el primer regalo desde que la había conocido, mi perfume favorito: BVLGARI.
Ahora ya han pasado trece años desde la primera vez que la vi. Es nuestro quinto año de casados y ha nacido Samuel. Se parece mucho a Alba, sobre todo en lo referente a la comida. Se vuelve loco por las papillas de Nestle 8 cereales con miel. ¿Quién diría que es posible parecerse hasta en los gustos por la comida? Desde luego no es necesario decir que estoy más que contento de que el niño sea igual que ella, porque ella es lo mejor que me ha podido pasar. ¡Ella es mi vida!
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