Mi percepción de la economía parte de dos puntos de vista diferentes: el de una ciudadana más desbordada por las noticias de los medios de comunicación sobre la crisis mundial y el de una adolescente más. Tras escuchar o ver las noticias, oír a gente hablar sobre este tema e informarme un poco, creo que conseguí entender un poco la situación económica actual. Regresemos al año 2007: con el euribor en mínimos, los estadounidenses comienzan a pedir hipotecas a los bancos. Estos las conceden despreocupadamente pero no contaban, o no quisieron contar, con la subida de más de dos puntos de los intereses. La gente, que hasta entonces conseguía hacer frente a su hipoteca con un sueldo muy bajo, comienza a asfixiarse y se convierte en insolvente. Tienen que preocuparse por comer antes que por pagar. Entonces, los bancos comienzan a perder liquidez y se ven obligados a embargar las casas, a pesar de lo que, ya que el precio de la vivienda baja, no logran recuperar el valor de lo prestado. De esta manera comienza la crisis en los EEUU. Poco después, este fenómeno se extiende al resto del mundo. Los bancos estadounidenses venden las hipotecas basura a bancos europeos a muy bajo precio y estos, pensando que se iba a convertir en un buen negocio, se encuentran con serios problemas de liquidez. Comienza la crisis en Europa. Se ha intentado poner en práctica planes de rescate tanto en EEUU como en Europa. Sin embargo, el rojo sigue inundando las bolsas. En todo caso, la única solución que considero posible es la nacionalización de los bancos. ¿Dónde está la mano invisible de Adam Smith? Hemos llegado a este punto porque quisimos. Unos, por engaño y otros, por avaros. Hipotecas de cuota creciente a obreros que los primeros meses se las podían permitir pero que a los dos años pagaban casi el doble, sin contar con el aumento de los intereses; seguros hipotecarios que afirmaban que, cuando el asegurado perdiese el empleo, se ocupaban del pago de la hipoteca (claro que en la letra pequeña se especificaba que debía tratarse de un contrato indefinido) He leído artículos donde se afirmaba que la quiebra de algunos bancos permitiría sanear la economía, aun a costa de los pequeños ahorradores… ¿Quién se fía ahora de su banco? La crisis, por el momento, no me afecta. A pesar de que las visitas a los abuelos ya no son tan numerosas, su “generosidad” no ha mermado. Otro buen síntoma es que el solomillo sigue siendo un plato que no nos abandonó. Dándole vueltas a este tema (porque los adolescentes no sólo nos preocupamos por nuestro fondo de armario), no pude evitar pensar en aquellos cientos de trabajadores que han sido despedidos, otros que lo serán próximamente y en los autónomos que han visto reducidos sus ingresos notablemente, todos con familias a las que mantener. En estos casos es cuando nos tenemos que dar cuenta de la suerte que tenemos… En clase hemos discutido sobre este tema. Me he encontrado con opiniones de todo tipo: desde los que sólo piensan en irse mañana de compras o de fiesta (poniendo todas sus esperanzas en el PP, el único capaz de salvarnos de esta crisis) a gente que corta por lo sano y reivindica el comunismo. No me considero una persona extremista y, antes de hablar de lo que no sé, prefiero escuchar pero no creo que ninguna de estas ideas sea la solución final. Por lo de ahora, me quedan los ahorros del fondo del cajón pero entre las rebajas de enero y la navidad mi cartera empieza a temblar. Con un poco de suerte, en unos meses la situación mejorará. Mejore o no, EEUU será un factor importante y en pocos días lo sabremos: ¿Obama o McCain?
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