2010/02/07

Cenisoft

Cenisoft estaba harta de su familia. Desde que su padre se divorció de su madre, una importante broker que cayó en bancarrota después de la sonada crisis del 2007, su vida había caído en picado. El juez le concedió la custodia al padre, Bill Puertas, y éste volvió a casarse con una alta ejecutiva que vivía de la especulación urbanística, también divorciada y con dos hijas. Poco tardaron en comenzar una nueva vida juntos en un lujoso apartamento en el centro de la ciudad, pero a Cenisoft la idea no le gustaba nada. Bill apenas paraba en casa y Troyana, su madrastra, nunca le había caído bien. Mientras a sus hermanastras se les cumplían todos los caprichos, ella debía asumir que no era ni mucho menos la favorita.

Cierto día, Gisela 98 y Aurora XP aparecieron con el nuevo IPad que su madre acababa de regalarles. Cenisoft estaba ya acostumbrada a que cada día se las premiase con un nuevo y lujoso trasto informático mientras ella debía conformarse con un apolillado Pentium 3. Sus hermanastras eran unas adictas a las redes sociales gracias a las que conocían a buena parte de la avenida. Pero lo que no podía soportar era el hecho de que disfrutasen de una conexión de 20 Megas con cable de fibra óptica mientras ella no conseguía piratear ninguna red cercana.

Tras muchos esfuerzos, Cenisoft consiguió descifrar la conexión de su vecino Appolo, uno de los exnovios de su hermanastra. Entusiasmada por todas las ventanas que se le abrían, decidió crearse un Tuenti. Envió peticiones de amistad, subió fotos, comentó en tablones... Hasta que recibió un privado muy enigmático de un tal Manzano: “¿Qué tal? He visto que entre tus “hobbies” está la informática. Me serías de gran ayuda ya que creo que desde hace unos días me están pirateando la red.”

Cenisoft nunca había reparado en ese contacto. Miró en sus lugares de marcha favoritos y coincidían con los suyos. Miró en su tablón y conocía a la gente que ella conocía, cotilleó en su álbum y se dio cuenta de que no sólo vivían en la misma ciudad sino que también en la misma zona. Pero su nombre no le sonaba de nada. Cada día hablaban un poco, ella le enseñaba trucos para deshacerse de posibles hackers, le daba nombres de antivirus y firewalls para proteger su software pero a la hora de descifrar su identidad no conseguía ni un solo dato. Nunca llegaron a hablar de ellos mismos, ni de dónde vivían, aunque a Cenisoft, ese chico le empezaba a atraer. Tiempo después decidió crearse un Messenger, para desde ahí poder usar la cam y descubrir la identidad de ese chico que tanta curiosidad destapaba. Pero tan pronto finalizó la instalación, Troyana decidió que era el momento de que Cenisoft dejase el ordenador y de un tirón de cable, apagó la pantalla del Pentium haciendo que éste dejase de funcionar. Sin dinero para la reparación, ya que su madrastra comenzó a notar los efectos de la burbuja inmobiliaria, trató de repararlo ella misma, lo formateó, lo reinstaló, trató de indagar por las particiones pero nada daba resultado: quedó totalmente inhabilitado.

Las tardes olvidaron aquellos momentos que Cenisoft compartía con Manzano. Los meses pasaban y, sin tener ninguna noticia de aquel chico, se desesperaba. Memorizaba las calles una y otra vez intentando descubrir al que consiguiera monopolizar su pensamiento. Necesitaba verlo, aunque fuese tan sólo una vez más.

Una tarde de lluvia, Cenisoft regresaba corriendo del instituto, apresuró el paso para no perder el ascensor ya que su inútil vecino parecía tener mucha prisa. Le reprochó que ni siquiera mirase para ella mientras iba inmerso en su flamante Apple. La curiosidad pudo con ella y, de reojo, vio la palabra mágica, aquella con la que había estado soñando durante meses y que anhelaba repetir: “Manzano”. Todo este tiempo había estado a menos de dos pasos de aquel energúmeno que tanto odiaba y que, además, era el ligue de Aurora XP. Sin pensárselo dos veces y llena de frustración, paró el ascensor en el 3º piso y salió bruscamente. No siempre hay un príncipe azul esperándote a la vuelta de la esquina.

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