2010/01/08

ANUNCIOS, ¡QUÉ GRAN INVENTO!


La Navidad no empieza cuando el ayuntamiento pone el alumbrado en la calle, no empieza el día que dan las vacaciones en el colegio o en el trabajo, no empieza el día 25 de diciembre, empieza cuando marcas como Loewe, Nina Ricci, Hugo Boss, Chanel, y un largo etcétera, anuncian su nuevo producto en televisión. La Navidad empieza con los anuncios de perfumes y acaba cuando estos desaparecen. Toda España sabe que , allá por el 1492, expulsamos a los árabes de España por el tufillo que desprendíamos los españoles, y también es sabido que España huele a fritanga para algunas celebritis, pero la aparición reiterada de esta clase de anuncios supone una especie de ofensa para el espectador. Recibir como regalo un carísimo perfume de la marca más demandada, no es sólo una muestra de aprecio, es como un piropo envenenado. El que te regala ese perfume tan caro, en realidad te está diciendo que tu olor no es agradable, por eso te lo hace. Y si recibes más de dos obsequios de este tipo... ya es para pensar mal...
Pero incluso aunque no te regalen nada de esto, el simple hecho de tener que ver y escuchar a diario varias veces al día el mismo anuncio repetido una y otra vez, y después de éste otro diferente pero parecido, también una y otra vez, seguido de otro similar, y así indefinidamente, ya supone un quebradero de cabeza.
Los anuncios no se suceden al azar, y tampoco se emiten a una hora cualquiera. A poco que te fijes ves que por las mañanas sólo hay anuncios de juguetes (para los niños en rojo y azul, y para las niñas todos en rosa, por supuesto, eso nunca cambia), al mediodía estos empiezan a remitir y en la sobremesa, en la publicidad de las películas y de los programas de cotilleo, empiezan los de turrones y comida, o los de supermercados, o los de gangas... Y más tarde, a eso de las 9, los anuncios de perfumes y también los de maquillajes (aunque éstos últimos reducen su frecuencia a medida que el día 31 de diciembre va alejándose) toman el mando. Y así, a medida que la Navidad va pasando, te acabas aprendiendo todos los anuncios, porque se repiten siempre los mismos.
Como consuelo tenemos a la Primera, la que con el nuevo año trae la novedad de ser la única “cadena sin cortes” de la televisión española. Que por un lado es un consuelo, pero por otro es una lata, porque ni ir al baño se puede si se está viendo una película o algún programa nuevo, porque te pierdes, seguro, lo más interesante. Por eso casi siempre acabamos viendo las “cadenas con cortes”, a pesar de las críticas a los anuncios. Pero así somos los humanos: cuando lo tenemos, no lo queremos y cuando no lo tenemos, no paramos de pedirlo.
Y es que, ¿qué sería de nosotros sin anuncios como los de La Española, “una aceituna como ninguna” o el del Colacao? Al fin y al cabo, los anuncios sí que nos gustan y además forman parte de nuestra historia... El día de mañana nos acordaremos de aquel anuncio de Chanel que tanto se repetía, o el de Freixenet. Y le diremos a nuestros descendientes: “Aquellos sí que eran anuncios y no los de ahora”.

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