En navidad, uno de los regalos más recurrentes son sin duda los perfumes. Y prueba de ello son los innumerables anuncios que invaden nuestras pantallas durante tan entrañables fechas. Son los anuncios más sofisticados, más glamourosos y más sugerentes. Y me pregunto, ¿por qué nos empeñamos en regalar tantas fragancias? La eleccion del perfume es algo muy personal, y el mismo no queda igual de bien a todos, hay que probarlos y encontrar el que se adapte más a nuestra piel. Por eso el regalo más normal del mundo es algo realmente raro y desacertado muchas veces. Desde mi punto de vista no es una cuestión de malos olores, no es que regalemos estos productos como una indirecta, sino que es un resultado de tanto bombardeo publicitario. Además, ¿por qué se anuncian tanto si no podemos olerlos a través de la pantalla? Muchas veces alentados por algún famoso, la melodía del anuncio, etc. acudimos presurosos a las estanterías de la perfumería más próxima para adquirir la fragancia de moda. No sin llevarnos alguna que otra decepción por el tufillo que desprende y lo desorbitado del precio.
Hablando de precios, tras las navidades la temida cuesta de enero trae consigo la otra cara de la moneda. Después de gastar cientos de euros en regalitos, los anuncios de colonias, juguetes y demás abren paso a los de coleccionables. Empiezan por una jugosa oferta: ¡abanicos de coleccionista pintados a mano, primera entrega 2´99 euros! Lo que no dicen es que a la segunta entrega el precio se multiplicará y que si no triunfa lo suficiente, probablemente nos quedaremos con nuestra colección a medias.
Lo cierto es que aunque digamos que la publicidad no influye mucho en la elección de nuestras compras y , aunque seamos conscientes, seguimos cayendo como moscas en la telaraña del consumismo.
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