2010/05/17

Cuando leer no es un placer

Si de una pata cojea el sistema educativo español, tengo claro que es por su insistencia en premiar el sacrificio frente a la inteligencia. Me explico:

A los 10 años recuerdo tardes estudiando los pistilos de las flores. Entonces, no entendía qué sentido tenía identificar las partes masculinas o femeninas de una planta si ni siquiera podía distinguir una azucena de una gardenia.

A los 14 años sufrí al tener que “disecar” a los insectos por tamaño, número de patas y de ojos. Cada vez que veía un espécimen al que yo llamaba “bicho” lo único que se me ocurría hacer era salir corriendo.

La gente más capaz o más preparada no es aquélla que mejores notas obtiene en el instituto, sino la más hábil y que más inquietudes tienen por aprender. No sabe más de arte aquel que conoce todas las características del cubismo al dedillo sino el que sabe apreciar un Picasso en cuanto lo ve. No estamos siendo preparados para afrontar un futuro laboral práctico y con los años, se nos verá el plumero.

Lo mismo sucede con la literatura. Ya omitiré la aberración de listados de autores y obras que debemos digerir antes de Selectividad. Pero, ¿de qué nos sirve conocer toda la vida y milagros de Lorca si cuando nos ponen delante el Romancero, lo miramos con el mismo miedo que si nos estuviesen pidiendo resolver una ecuación de mecánica cuántica? En cuanto a la lectura de estos grandes clásicos, hay opiniones de todo tipo. Pero en algo que seguramente estemos de acuerdo es que, un chaval al que no le interesa la lectura, no puede empezar por La Regenta. Se nos premia o castiga por leer libros que no nos gustan, con los que no compartimos en muchos casos referentes culturales porque en historia “aún vamos por el tema 7”. Otro fusilamiento de la literatura en un sistema democrático.

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