2010/05/17

El ataque de los clásicos

Leer un libro por obligación es algo así como comerte una piedra sin poder beber ni agua. Y lo digo yo, que no soy una erudita, pero sí suelo leer a menudo. Los planes de estudio que se empeñan en hacer tragar a los alumnos los clásicos sin haberse leído antes ni siquiera a Manolito Gafotas no se dan cuenta del daño que hacen a la literatura. Ya que esos niños inocentes obligados a leer algo que les parece chino acabarán por deducir que la lectura no es lo suyo. En mi caso, no he sido obligada a leer el Quijote y los profesores han esperado benevolentemente a primero de bachillerato para proponernos al Lazarillo de Tormes. Por suerte los libros que me han mandado leer han sido elegidos acorde a nuestra edad (aunque eso no ha impedido que se colara algún que otro tostón).
Comprendo que sean en parte necesarias estas lecturas obligatorias, si se quiere hacer un examen de lo leído. Cada uno tendrá que aguantar los gustos de su profesor, con un poco de suerte dará en la diana e inspirará a los alumnos para que sigan leyendo. Sin embargo, lo ideal sería que cada quien leyese sólo por placer, los libros que más le atrajesen.
El amor por la lectura debe empezar ya desde pequeños, pocos son los adolescentes que descubren de pronto su amor por la literatura (sobre todo cuando nos hacen “chapar” la vida y milagros de nuestros queridos literatos). Si desde niños nuestros padres nos cuentan cuentos, nos compran libros infantiles y nos incitan a ello, lo más probable es que le acabemos cogiendo el gustillo. Lo importante es empezar con obras acordes a nuestra madurez y a nuestro gusto, para luego pasar, si es preciso, a los clásicos.

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