¿Qué me pongo hoy? Cuántas veces me habré hecho esta pregunta... La primera vez que mi abuela me escuchó decir esto, me dijo: “Si sólo tuvieras una prenda de ropa no te harías esta pregunta”. Y tenía razón. ¿Cuántas personas habrá en el mundo que se levanten por la mañana pensando que atuendo elegir para ese día o para esa mañana? Muchas, sí, pero seguramente no tantas como pensamos. La mayor parte de la población mundial vive en una situación tercermundista, y cuando sacrificas tu vida para obtener tres euros para poder comer y alimentar a una familia, cuando el techo de tu casa se cae a pedazos porque no tienes dinero para arreglar una gotera, el hecho de pensar en gastar 15.000 euros en un bolso de Yves Saint Laurent te parece, como mínimo, cómico.
El otro día vi un documental sobre el modo de vivir de algunas tribus en África, y me dio qué pensar... Algunas de ellas se conformaban con un taparrabos como vestimenta, y no sentían pudor ante las cámaras de televisión que los grababan como si de alienígenas se tratase... Después los documentalistas se trasladaron a Brasil, y se podía ver como la gente vivía en chabolas al lado de grandes centros comerciales a los que ellos no tenían permitido el acceso. Se pasaban la vida mirando còmo la gente salía de allí con grandes bolsas en sus manos... Tantas que a veces no podían con ellas... Conocían todas las marcas de la más última moda... Pero nunca habían tenido en sus manos uno de sus artículos. Hoy, aún viviendo en la era de la globalización, donde casi todo el mundo tiene un supermercado cerca de casa, es difícil pensar en que aún hay gente que no tiene ropa limpia para ponerse una mañana de domingo, o que simplemente solo tiene un par de zapatos para pasar el año... Seguro que si ellos nos escucharan enfadarnos cuando alguien nos chafa los planes de ir de compres una mañana de sábado, se reirían.
Los consumidores hemos llegado a un punto en el que ya no sabemos ni lo que tenemos ni en nuestros propios armarios/zapateros. El comprar por comprar es casi como una religión para muchos. Y no estoy metiendo únicamente a las mujeres en este bombo. La mayoría de los hombres también disfrutan comprando, por mucho que se empelen en disimularlo. Hasta fantaseamos con las marcas que pueblan nuestros estantes del vestidor: “Hoy me he comprado un bolso de Luis Vuitton monísimo”. “Pues deja ya de comprar bolsitos que me llenas el armario y no me caben los trajes de Armani”. Seguramente habrá parejas que hasta decidan hacer reformas en casa por no tener sitio para poner tanta ropa. Y cuanto más se compra, más me hago la pregunta con la que comencé este texto. Es un círculo vicioso. Y para los que pueden, comprar modelitos se ha convertido casi en una obsesión. Y lo cierto es que cada vez, por mucho que intentemos ignorarlo, la población del primer mundo, se vuelve más elitista si cabe, y cada vez las diferencias entre ricos y pobres son más acusadas. Se le da muchísima importancia a las marcas, y cuanto más cara sea una prenda de ropa y más a la vista tenga el logotipo de la marca, que todo el mundo reconoce, mejor.
Yo después de esto, he decidido crear mi propia moda, mucho mas sencilla y asequible. A partir de ahora, ¡todo el mundo desnudo y con las manos en los bolsillos!
Imagen: http://212.170.236.112/ANavegar9/2008an12_1/wp-content/blogs.dir/23/files//2008/04/consumismo.jpg
El otro día vi un documental sobre el modo de vivir de algunas tribus en África, y me dio qué pensar... Algunas de ellas se conformaban con un taparrabos como vestimenta, y no sentían pudor ante las cámaras de televisión que los grababan como si de alienígenas se tratase... Después los documentalistas se trasladaron a Brasil, y se podía ver como la gente vivía en chabolas al lado de grandes centros comerciales a los que ellos no tenían permitido el acceso. Se pasaban la vida mirando còmo la gente salía de allí con grandes bolsas en sus manos... Tantas que a veces no podían con ellas... Conocían todas las marcas de la más última moda... Pero nunca habían tenido en sus manos uno de sus artículos. Hoy, aún viviendo en la era de la globalización, donde casi todo el mundo tiene un supermercado cerca de casa, es difícil pensar en que aún hay gente que no tiene ropa limpia para ponerse una mañana de domingo, o que simplemente solo tiene un par de zapatos para pasar el año... Seguro que si ellos nos escucharan enfadarnos cuando alguien nos chafa los planes de ir de compres una mañana de sábado, se reirían.
Los consumidores hemos llegado a un punto en el que ya no sabemos ni lo que tenemos ni en nuestros propios armarios/zapateros. El comprar por comprar es casi como una religión para muchos. Y no estoy metiendo únicamente a las mujeres en este bombo. La mayoría de los hombres también disfrutan comprando, por mucho que se empelen en disimularlo. Hasta fantaseamos con las marcas que pueblan nuestros estantes del vestidor: “Hoy me he comprado un bolso de Luis Vuitton monísimo”. “Pues deja ya de comprar bolsitos que me llenas el armario y no me caben los trajes de Armani”. Seguramente habrá parejas que hasta decidan hacer reformas en casa por no tener sitio para poner tanta ropa. Y cuanto más se compra, más me hago la pregunta con la que comencé este texto. Es un círculo vicioso. Y para los que pueden, comprar modelitos se ha convertido casi en una obsesión. Y lo cierto es que cada vez, por mucho que intentemos ignorarlo, la población del primer mundo, se vuelve más elitista si cabe, y cada vez las diferencias entre ricos y pobres son más acusadas. Se le da muchísima importancia a las marcas, y cuanto más cara sea una prenda de ropa y más a la vista tenga el logotipo de la marca, que todo el mundo reconoce, mejor.
Yo después de esto, he decidido crear mi propia moda, mucho mas sencilla y asequible. A partir de ahora, ¡todo el mundo desnudo y con las manos en los bolsillos!
Imagen: http://212.170.236.112/ANavegar9/2008an12_1/wp-content/blogs.dir/23/files//2008/04/consumismo.jpg
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