2009/12/02

La era consumista

En pleno siglo XXI nadie nos puede negar que vivimos en una sociedad plenamente consumista, en la que el materialismo ocupa niveles tan importantes que ciertas personas, aún estando en crisis, prefieren vivir presumiendo de lujos aunque no lleguen a fin de mes. Esta característica parece ser una consecuencia directa del capitalismo, por lo que en pequeñas dosis no debería preocuparnos. Lo que más importa hoy es el valor de las cosas, las usamos y luego las tiramos, compramos otras que tarde o temprano volverán a ser reemplazadas. El más claro ejemplo que se suele dar tanto en clases altas como en bajas es el tedioso problema del “qué me pongo hoy”. La mayoría de las chicas que se hacen esta pregunta cada mañana se la plantean delante de un armario a tope de ropa y accesorios, ante la mirada atónita de su pareja (o madre, o abuela, etc.) que le atribuye este problema más bien al sexo femenino que al consumismo.
De lo que sí que me acabo de dar cuenta es que las cosas apenas guardan ya valor sentimental. Antiguamente (y no tan antiguamente) la gente corriente no se podía permitir ciertos lujos, que para nosotros ahora son cosas de lo más comunes. Se me viene inevitablemente a la mente una niña que conocí en una campaña navideña de reparto de juguetes entre los más desfavorecidos. Me acerqué a una niña rusa que protegía entre sus brazos a una pequeña muñeca de trapo, toda sucia y harapienta. La intetaban convencer de que la tirara, que ahora iba a tener otra nueva mucho mejor, más bonita. La niña sujetaba con ojos llorosos a su pequeña muñeca, como si la quisiera proteger de algo terrible. Los adultos negaban con la cabeza sin comprender. Al terminar, de camino a casa, me topé con unos niños gritando salvajemente delante de un escaparate. Eran gemelos, y le suplicaban a su padre por una nueva consola, lo último del mercado, mientras sostenían otra con sus manos. ¡Qué ironía! También se me viene a la cabeza el día en el que mi abuelo me enseñó orgulloso un viejo televisor. Parecia vieja chatarra oxidada, pero el me contó que fue la primera en todo el barrio.
En una sociedad donde reina el consumismo masivo olvidamos a veces el valor que las pequeñas cosas pueden tener, pero a eso no se le llama materialismo, si no más bien ilusión. Muchas crisis bastantes más fuertes tendrán que pasar para que un niño valore más una tarde de juegos al aire libre que el último videojuego de fútbol.

Imagen:http://www.flickr.com/photos/franbustamante/3638775873/

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