2009/03/29

Hansel y Gretel

En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, vivían Tom y Sara que podían ser, sin duda, las más felices del mundo, si no fuera por sus dos “angelicales” hijos: Hansel y Gretel
Tom y Sara eran unos ricos comerciantes que ayudaban a todos sus vecinos siempre que podían, y por eso eran muy queridos en el pueblo.
Tom fiaba a los más humildes e incluso Sara solía regalar ropa y comida a cualquiera que llamara a su puerta. Por eso nadie se explicaba cómo de dos personas tan buenas habían salido ese par de gemelos.
Desde que nacieron, Hansel y Gretel fueron dos niños muy consentidos y, desde que tuvieron constancia de su posición social, las cosas fueron cada vez peor, tanto que un día sus vecinos, hartos de ellos, se presentaron en su casa y les dijeron a sus adorables padres que tenían que poner algún remedio. Dicho y hecho: mediante engaños, consiguieron llevarlos al bosque y dejarlos abandonados. Pero Hansel y Gretel lejos de suplicar y llorar, despreciaron a sus padres y se alejaron felices pensando en toda la diversión que les esperaba.
Sabían que en algún lugar del bosque existía una casa de chocolate que pertenecía a su tía abuela, y hacia allí se dirigieron. Por el camino se encontraron con el lobo feroz, se ensañaron con él, y cuando lo dejaron, parecía un lindo gatito; lo mismo que el fiero dragón, que a su lado parecía una inofensiva lagartija.
Su abuela, que era una bruja muy poderosa, cosa que nadie sabía, avisada por unos pajarillos de sus próximos visitantes, decidió tomar cartas en el asunto y pensando, decidió que lo mejor sería darles un buen susto que les hiciera cambiar: se vistió con sus ropas de bruja malvada, se pintó una verruga, se embadurnó con hollín, se afiló las uñas... se cambió tanto que hasta ella tardó un rato en reconocerse.
Esperó a sus visitantes en un lugar oscuro justo delante de su casa, y planeó una puesta en escena que creyó que los niños se iban a asustar e iban a dar la vuelta; pero no fue así, en vez de huir, lo que hicieron fue cogerla, atarla y la metieron en la casa. Una vez dentro pensaron en el modo de deshacerse de ella para poder vivir tranquilos.
Después de mucho meditar, decidieron que lo mejor era quemarla en el horno... Cuando estaban a punto de hacerlo, se abrió la puerta y se oyó un gran ruido. Cuando se dieron la vuelta, vieron que era Hitler con varios de sus militares. Cogieron a los niños y se los llevaron.
Lo último que se supo de los gemelos es que eran las personas de confianza del malvado general. ¡Nunca habían sido tan felices!

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