Este es mi octavo año trabajando en supermercados El Árbol, la monotonía de este trabajo me agobia demasiado, horas y horas en la caja – muchas veces más de las que debería- y aguantando los desplantes de alguna señora que parece no tener demasiada educación. Maldita la hora en que no hice caso a mis padres y no me puse a estudiar, ahora me arrepiento de no aceptar sus consejos y me doy cuenta de la razón que tenía mi madre. El caso es que a los 18 años me cansé de vivir en casa y decidí ponerme a trabajar en lo primero que apareció para poder pagarme un pisito. Y así encontré esto, al principio no estaba tan mal pero desde luego ahora me gustaría encontrar otro tipo de trabajo.
Las ocho de la mañana y suena el despertador. Como todas las mañanas pienso: ‘’cinco minutitos más… ’’. Me toca abrir a las nueve en punto, ni un minuto más o tendré que atenerme a la bronca del jefe, ese que se las da de buen compañero pero que en el fondo nos tiene totalmente explotados. Cada día que pasa es uno más, parecido a ayer. Las mismas señoras de siempre vienen a por la merluza fresquita sobre las diez de la mañana, algunas muy agradables la verdad, aunque nunca entenderé por qué les gusta tanto contarme sus problemas familiares, será que ya han cogido confianza después de tantos años. Ahora viene el relax, de doce a una no hay movimiento por aquí asique tengo tiempo para encender mi Ipod, escuchar un poco de música y viajar hacia otro mundo sumergida en mis letras favoritas. Ya llegan las dos y empieza el ajetreo, todo el mundo sale de trabajar y viene a comprar la comida con prisa, tanta que a veces piensan que soy una máquina en vez de un ser humano.
Y por fin llegan las tres, ¡Es hora de comer! Ya me picaba el gusanillo desde hace un buen rato. Tengo dos horitas, voy a casa y me hago algo rápido. Son las 5 y vuelvo al ‘’clic ,clic’’ de la caja registradora que ya me levanta dolor de cabeza. Me acerco hasta la charcutería a darle un poco de charla a Maite, otra de mis liberaciones.
Llega la hora punta, las ocho y media. ¿Qué manía es esta de venir en la última media hora? Cuando ya todos nos queremos ir a descansar después de un largo y aburrido día de trabajo, llega la muchedumbre. Y lo peor de todo, se ponen a preguntar por los dichosos puntos para conseguir la vajilla, a estas horas no me apetece explicarle todo eso cinco veces para que lo entiendan, ni que fuese tan difícil…
Las ocho de la mañana y suena el despertador. Como todas las mañanas pienso: ‘’cinco minutitos más… ’’. Me toca abrir a las nueve en punto, ni un minuto más o tendré que atenerme a la bronca del jefe, ese que se las da de buen compañero pero que en el fondo nos tiene totalmente explotados. Cada día que pasa es uno más, parecido a ayer. Las mismas señoras de siempre vienen a por la merluza fresquita sobre las diez de la mañana, algunas muy agradables la verdad, aunque nunca entenderé por qué les gusta tanto contarme sus problemas familiares, será que ya han cogido confianza después de tantos años. Ahora viene el relax, de doce a una no hay movimiento por aquí asique tengo tiempo para encender mi Ipod, escuchar un poco de música y viajar hacia otro mundo sumergida en mis letras favoritas. Ya llegan las dos y empieza el ajetreo, todo el mundo sale de trabajar y viene a comprar la comida con prisa, tanta que a veces piensan que soy una máquina en vez de un ser humano.
Y por fin llegan las tres, ¡Es hora de comer! Ya me picaba el gusanillo desde hace un buen rato. Tengo dos horitas, voy a casa y me hago algo rápido. Son las 5 y vuelvo al ‘’clic ,clic’’ de la caja registradora que ya me levanta dolor de cabeza. Me acerco hasta la charcutería a darle un poco de charla a Maite, otra de mis liberaciones.
Llega la hora punta, las ocho y media. ¿Qué manía es esta de venir en la última media hora? Cuando ya todos nos queremos ir a descansar después de un largo y aburrido día de trabajo, llega la muchedumbre. Y lo peor de todo, se ponen a preguntar por los dichosos puntos para conseguir la vajilla, a estas horas no me apetece explicarle todo eso cinco veces para que lo entiendan, ni que fuese tan difícil…
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